DE LA SEDA AL VINO

Requena es conocida ya internacionalmente por sus afamados vinos, pero poca gente sabe la importancia que tuvo la industria sedera en nuestra ciudad durante los S.XVI al XIX, siendo cuna de una de las sederías más importantes de España y alcanzando su cénit a finales del S. XVIII.
Las primeras noticias de la actividad sedera en Requena datan del S. XVI y las últimas del año 1.970, en que fue cerrada la última fábrica, la de García de Leonardo.
El carácter insólito de la sedería requenense y la singularidad del caso vienen dados por tratarse de una pequeña población castellana del s. XVI, arrinconada en la frontera con Valencia, alejada de las grandes ciudades consumidoras de tejidos de lujo como eran los de seda y con un duro clima de rasgos continentales, que, aunque permitiendo el cultivo de la morera, restringe casi hasta lo imposible la vida de los gusanos y crisálidas de la seda.

Aún así, la repercusión de esta actividad en el crecimiento económico de aquella pequeña villa rural fue enorme y, en solo 200 años, se convirtió en un próspero centro sedero, el cuarto en importancia de todo el territorio peninsular.
La sedería de Requena estuvo siempre estructurada de acuerdo con el modelo de producción preindustrial en el que por un lado estaba el tejedor manual que trabajaba en su casa con ayuda de oficiales, aprendices y miembros de la propia familia, y por otro, el comerciante-fabricante que le suministraba la materia prima y le recogía la manufactura a cambio de una cantidad previamente fijada por cada vara de tejido.
Así, los grandes beneficios recaían exclusivamente sobre un reducido grupo de familias de comerciantes, y todo ello sin apenas exponer capital en el negocio.
Lógicamente los capitales obtenidos fueron invertidos en otro tipo de bienes, sobre todo en las tierras tan abundantes de nuestro municipio, convirtiéndose los comerciantes más prósperos en grandes terratenientes que abandonaron poco a poco la industria sedera. Se puede decir que en poco más de 20 años, entre los años 1.860 y 1.880, Requena dejó de ser un núcleo eminentemente fabril para convertirse en un pueblo agrícola, y más concretamente, vitivinícola.